(texto elaborado a raíz del desglose de conceptos)
...
Cuando todo tomó su lugar, me posicioné
en aquella colina mágica de pardos colores y gran fertilidad. Desde allí
dominaba toda la creación, que en plena armonía convivía y con gran alegría
interactuaba. En ese momento desplegué mis robustas raíces hacia el interior
del valle, fue cuando por primera vez brotó el alba recubierta de dorados
destellos que no hacían más que encandilarme cada vez que me disponía a
contemplar. Los infinitos trinares de las aves alegraban al caudal torrentoso y
los insectos multicromáticos pululaban jubilosos entre mis vigorosas ramas. Éxtasis
me recorre, como si mi sabia fuera el alma que viaja por enormes torrentes que
alimentan al valle.
De vez en cuando las loicas pelirrojas
se posaban en mi extensión, con ellas dialogaba lánguidas tardes recobrando añejas
historias de los antiguos. -Canten -les decía, -que o sino esta tierra se
pondrá cenicienta- de ese modo brotaban y brotaban las melodías armónicas desde
el pecho de las colorinas. También me visitaban los escarabajos, que en banda
se paraban en mi copa a admirar el destellante y nítido arrebol. Estos eran
cascarrabias, y se peleaban a menudo por quien se ponía en mi rama más alta
para tener mejor visión del atardecer.
Otro ambiente eran las noches, dónde
casi siempre nos disponíamos todas las especies a danzar al ritmo de viento
danzarín, iluminados por el fogón nos conectábamos unos a los otros. Aquí nació
la magia, cada uno podía sentir el interior del otro, cada uno se hacía cargo
de la sequía interior del otro, haciéndola fluir con gran voluntad. En general
las noches eran templadas, agradables a la reunión, ni muy calidas ni muy
frías. Las estrellas bajaban una a una haciéndose fugases en su recorrido.
Cuando aterrizaban producían enormes flashes que nos hablaban de libertad,
libertad que es nuestra, libertad que no se irá.
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